Capítulo 7 Restaurar el silencio: cómo Sutatausa volvió a hablar

Conjunto doctrinero de Sutatausa, con capilla principal y capillas posas, patrimonio cultural y artístico de Colombia.

¿Cómo se rescata lo que ha sido cubierto por siglos? ¿Qué queda de un mural cuando sólo el eco de su color sobrevive? ¿Quién decide qué se restaura y qué se deja en su olvido?

La restauración no es solo un acto técnico. Es un gesto de cuidado, de escucha, de paciencia. Requiere saber mirar más allá de lo evidente, detenerse frente al muro y preguntarse si todavía puede hablar. Y si lo hace, aprender a no interrumpir.

El conjunto doctrinero de Sutatausa, tal como lo vemos hoy, no siempre fue visible. Por décadas —tal vez siglos— sus murales permanecieron ocultos, cubiertos por capas de cal, ignorados por quienes pasaban sin sospechar que bajo esa superficie blanca latía aún el corazón pictórico de la evangelización colonial.

Este capítulo se adentra en ese proceso: el de redescubrir, restaurar y proteger.

El hallazgo: lo que dormía bajo la cal

Fue hacia finales de los años 90 cuando un grupo de restauradores, encabezado por Rodrigo Bernal, identificó indicios de pintura bajo los muros de la iglesia. Pequeñas zonas de color afloraban entre la cal descascarada. A primera vista, parecían manchas. Pero al analizarlas de cerca, se revelaban como trazos, contornos, figuras.

“La iglesia había sido encalada varias veces. El encalado, aunque cubrió los murales, también los protegió de la humedad y el vandalismo. Fue un olvido providencial.”

El proceso de recuperación fue meticuloso: no se trataba de rehacer, sino de descubrir sin dañar. Los restauradores utilizaron bisturís, pinceles finos, esponjas húmedas, y métodos de limpieza química suave para retirar las capas superiores sin tocar la original.

Restaurar no es rehacer

A diferencia de una pintura en lienzo, un mural no puede ser separado de su muro. Es parte del edificio. Restaurar un mural colonial implica, entonces, restaurar la pared, la humedad, la temperatura, la estructura. Es una tarea integral y lenta.

En Sutatausa, se priorizó la conservación del original, sin intervenciones invasivas. No se añadieron figuras nuevas. No se “mejoraron” los rostros ni se repintaron escenas. Lo que se ve es lo que sobrevivió.

murales de Cundinamarca, 2001]

“Respetar la materia original es respetar también su tiempo. Las grietas, las manchas, el desgaste… también hacen parte de su mensaje.”

📖 Fuente: [Instituto de Patrimonio Cultural – Informe sobre 

Más que murales: un conjunto en riesgo

La restauración no se limitó a los murales. El conjunto doctrinero de Sutatausa incluye:

  • La iglesia principal.
  • Las cuatro capillas posas.
  • El cementerio adyacente.
  • La casa cural.
  • El trazado urbano colonial de la plaza.

Cada uno de estos elementos ha sido objeto de intervención o diagnóstico. Las capillas posas, por ejemplo, presentaban daños por humedad y erosión. Se consolidaron las bases, se restauraron los techos, y se reforzaron los muros con técnicas tradicionales.

El cementerio, aún activo en la actualidad, también fue intervenido para preservar su valor histórico sin interferir en su uso cotidiano.

Restaurar también es educar

Uno de los grandes aportes de la restauración de Sutatausa ha sido la revaloración comunitaria. La gente del pueblo —en su mayoría sin saber el valor de lo que estaba oculto— empezó a ver su iglesia con otros ojos.

Los talleres abiertos al público, las visitas guiadas y las investigaciones divulgadas permitieron que el conjunto dejara de ser “la iglesia del pueblo” para convertirse en patrimonio vivo. Un espacio del que todos son cuidadores.

“La restauración activó una nueva memoria. La gente volvió a mirar, y al mirar, volvió a sentir que el lugar era valioso.”

📖 Fuente: [Testimonio oral – Talleres de memoria en Sutatausa, Archivo ICANH 2002]

El riesgo constante: el tiempo, la indiferencia

Aunque se ha hecho un trabajo valioso, la restauración no es eterna. La humedad sigue siendo una amenaza. La falta de personal técnico constante dificulta el seguimiento. Y la atención estatal al patrimonio religioso es intermitente.

Por eso, cada visita cuenta. Cada fotografía compartida. Cada texto —como este— que vuelve a poner el nombre de Sutatausa en circulación. Porque proteger el patrimonio no es solo responsabilidad de expertos. Es un acto colectivo.

Restaurar el alma del muro

Mirar un mural restaurado en Sutatausa es mirar también el esfuerzo invisible de quienes lo salvaron. Personas que entendieron que la historia no se recupera con prisa, sino con humildad. Que lo más sagrado no es lo que brilla, sino lo que sobrevive sin querer llamar la atención.

¿No es eso, acaso, lo que define lo sagrado?

Preguntas que quedan en el aire

  • ¿Qué otras pinturas siguen ocultas en iglesias del altiplano?
  • ¿Qué pasa cuando no hay recursos para restaurar?
  • ¿Cómo hacer del cuidado patrimonial un proyecto cultural, espiritual y comunitario?

El lugar sigue hablando

Sutatausa no volvió a ser como antes. Fue transformado por quienes lo cuidaron. Por quienes lo miraron con otros ojos. Por quienes, al retirar la cal, entendieron que no se trata solo de rescatar murales, sino de devolverle la voz a un lugar que tiene algo urgente que decir.

Y al caminar hoy por su nave silenciosa, no vemos el pasado. Lo escuchamos.