Capítulo 9 Viajar hacia lo invisible: lugares sagrados que nos devuelven el tiempo

Detalle del altar en la iglesia de Santo Domingo en Tunja, con platos pintados y conchas marinas.

Sutatausa no está solo.

A lo largo del mundo, en laderas remotas, valles olvidados, cuevas altas o pueblos detenidos en el tiempo, existen sitios donde la historia no ha sido interrumpida por el ruido del turismo. Lugares donde el viajero no encuentra espectáculos ni luces, sino eco, piedra, viento, pigmento y preguntas.

Estos lugares —como Sutatausa— no aparecen en todas las guías. No compiten en rankings. Pero tienen algo que los hace esenciales: nos invitan a viajar por el tiempo. Nos devuelven al origen. Nos recuerdan lo que el ritmo moderno ha querido enterrar.

Un lenguaje común en muros distantes

Cada cultura ha pintado su fe. En cada continente hay murales que hablaron cuando no se leía, que enseñaron cuando no se comprendía, que resistieron cuando todo se desmoronaba.

  • En las iglesias excavadas de Lalibela (Etiopía), las figuras sagradas aún miran desde paredes talladas en roca volcánica.
  • En las capillas trogloditas de Capadocia (Turquía), frescos bizantinos susurran desde cuevas abandonadas.
  • En los templos de la sierra de Oaxaca (México), los colores aún vibran bajo capas de cal y olvido.
  • En las iglesias de madera de Maramureș (Rumanía), el tiempo se ha detenido en altares rurales ocultos entre bosques.

Y en todos estos lugares, como en Sutatausa, alguien pintó para ser recordado. Para que otro —tú, ahora— lo mirara siglos después y comprendiera que lo sagrado nunca desaparece del todo.


¿Qué tienen en común estos sitios?

  • No están en las grandes capitales.
  • No tienen multitudes.
  • No buscan impresionar.
  • Se visitan en silencio, se entienden con el cuerpo y se sienten en el alma.

Son lugares invisibles a los mapas del turismo masivo, pero fundamentales en los mapas del espíritu. Quienes los recorren, regresan distintos. No por lo que aprendieron, sino por lo que recordaron de sí mismos.


El arte como resistencia al olvido

Cada pintura mural en una iglesia perdida, cada símbolo tallado en piedra, es una forma de resistencia. Resistencia al olvido, al tiempo, al olvido del alma. No fueron hechos para durar, y sin embargo duran. No fueron pensados como obras maestras, y sin embargo conmueven más que muchas galerías.

Este capítulo es un homenaje a esa fragilidad que permanece. A esa belleza que no necesita restauración para ser poderosa. A esos artistas sin nombre, sin firma, que crearon lo que hoy nos llama desde lo oculto.


Viajar sin moverse

Hay quienes recorren miles de kilómetros buscando novedades. Y hay quienes descubren que lo más profundo no está en lo nuevo, sino en lo antiguo que aún late.

Visitar Sutatausa —como visitar Lalibela, Capadocia o Yavi en Argentina— es practicar otra forma de viaje:

Un viaje hacia lo interior.

Un viaje hacia el silencio.

Un viaje hacia lo sagrado.


Vía Sacra: un camino entre estos mundos

El proyecto Vía Sacra no es solo una bitácora de iglesias o rutas religiosas. Es una colección de lugares donde lo sagrado susurra y el camino transforma. Por eso, Sutatausa no es un caso aislado: es parte de una red espiritual, estética y geográfica que une territorios aparentemente distantes con un hilo invisible.

¿Y si comenzáramos a trazar ese mapa?

¿Y si cada uno de estos lugares fuera una estación de una gran vía sacra mundial?

¿Y si el próximo destino no se elige por popularidad, sino por profundidad?

Preguntas que conectan continentes

  • ¿Cuántos lugares como Sutatausa siguen esperando ser vistos con nuevos ojos?
  • ¿Cómo hablar de lo sagrado sin exotizarlo, sin romantizarlo, solo mirándolo con respeto?
  • ¿Qué papel puede tener el viajero contemporáneo en la protección de estos espacios?

Una nueva forma de turismo… o una forma muy antigua

Quizás no estamos inventando nada. Quizás solo estamos recordando que el viaje más profundo es el que nos lleva a escuchar, a observar y a conmovernos en lo esencial. Eso fue lo que hicieron los peregrinos, los monjes, los sabios, los que caminaban sin prisa hacia los centros de sentido.

Y tal vez —cuando recorremos lugares como Sutatausa— lo que estamos haciendo, sin saberlo, es volver a ser como ellos.